miércoles, 18 de marzo de 2009

A LOS CHILENOS DE BUENA VOLUNTAD

La reciente noticia que Jovino Novoa accedió a la Presidencia del Senado de la República nos cubre de verguenza, impotencia e indignación. Verguenza por el país en que vivimos, por sus instituciones y de nosotros mismos como organizaciones de derechos humanos que no hemos sido capaces de hacer justicia a nuestros muertos y desaparecidos. Impotencia, por comprobar una vez más que la democracia prometida y por la que tanto luchamos contra la dictadura se acuesta con la impunidad de los poderosos. Y rabia, porque así se reabre una profunda herida en el alma nacional, hurgándose sin ninguna consideración en ella. Esto sin considerar la burla y las risotadas de una derecha pinochetista que jamás se arrepentirá de los horrores causados.

De hecho, este es uno de los argumentos de Carlos Peña, a quien ni remotamente se le puede acusar de marxista, en un artículo de El Mercurio para excluir la llegada de Novoa a tan alto cargo. Dice: "él fue entre los años 1979 y 1982 subsecretario de una dictadura que en ese mismo período violó persistente y gravemente los derechos humanos y respecto de esa parte de la historia suya, y de todos, él no ha hecho otra cosa que guardar público silencio (...) Parece que en estos años hemos perdido toda alerta moral y, en vez de eso, hemos narcotizado la capacidad de exigir de nuestros hombres públicos explicaciones por su historia y conducta". Pero si este espurio acto pueda ser síntoma de reconciliación o de convivencia con nuestro pasado, agrega "la reconciliación no consiste en hacernos mutuamente los lesos, relacionarnos unos con otros como si no tuviéramos historia; y permitir que quien participó como alto funcionario de una dictadura pueda acceder ¡al tercer lugar del Estado! sin pronunciar una palabra de duda o de condena de los hechos en los que, con la ignorancia del alto burócrata, la negligencia de quien no quiere saber, o la adhesión del militante, participó".

Al margen de la ilegitimidad de cómo Novoa llegó a esta investidura, el hecho no sólo es repudiable, sino una afrenta y un atentado a la Historia, esa que se escribe con mayúsculas, porque es la historia de los pueblos; a los valores morales de la patria que se nos enseñó en las escuelas y que juramos jamás traicionar; a la convivencia de los chilenos de buena voluntad y, especialmente, es volver a asesinar a los muertos.

De ahí que
un grito escapa de nuestras gargantas:¡¡¡Fuera Novoa de la Presidencia del Senado Ya!!!

Comité de DD.HH. Kamarikún

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